viernes, 21 de junio de 2013

Manejo de las emociones en Terapia Familiar Sistémica

«Cualquier persona puede enojarse, eso es fácil. Pero enojarse con la persona indicada en la intensidad correcta, en el momento adecuado, por los motivos justos y de la forma más apropiada, no es nada fácil». Aristóteles.
 
 
Ha sido en los últimos años cuando la Psicoterapia ha dado un giro volviendo hacia una Psicología más humanista, recuperando las emociones y los sentimientos como parte integral de la interacción humana, ampliando recursos específicos relacionados con el manejo consciente del mundo afectivo interpersonal.
Durante los primeros años del niño, los padres ejercen de “espejo”, interpretando su comportamiento, y en algunos casos sin tener en cuenta sus capacidades motrices, perceptivas y de desarrollo.  Por lo que el niño interioriza dicho juicio bloqueándose cualquier proceso de sanación, sin permitir que las emociones sean expresadas, que en muchas ocasiones deriva en síntomas que el niño asume, representa y refleja como propio, a pesar de tratarse de los sentimientos del adulto que no está siendo capaz de resolver. 
Para que el terapeuta pueda obtener información real de las relaciones del sistema, de las reglas habituales, los secretos familiares, y la familia escenifique la secuencia de interacciones disfuncionales entre los miembros, en un primer momento de la terapia no conviene retirar el síntoma. 
En los casos en que el niño es el paciente identificado el síntoma será su mecanismo de defensa, su protección y única herramienta que tiene de enfrentarse al mundo o de expresar su angustia.  Por ello es prioritario detectar cómo son expresadas estas reacciones afectivas complejas, sus procesos cognitivos, su forma de expresión corporal, somática o conductual, así como las creencias intergeneracionales, legados familiares, las funciones del síntoma y los factores mantenedores. 
Con frecuencia los niños expresan conflictos que sus padres no son capaces de expresar o conectar con las emociones devenidas de dichos conflictos, por lo que, no sólo el niño sino también la familia necesita apoyo para expresar las emociones bloqueadas, y eso requiere de un aprendizaje emocional, que en muchos casos se trata de un lenguaje totalmente desconocido para la familia.  Un trabajo emocional conlleva una reestructuración cognitiva, con una función organizativa y adaptativa del comportamiento, tanto a nivel individual como a nivel relacional, que a su vez afecta directamente en la conducta del paciente.
Como terapeutas reguladores de las emociones es fundamental que conozcamos y detectemos las emociones básicas (alegría, tristeza, miedo, enfado), diferenciando las negativas de las positivas, entendiendo que las negativas (enfado, miedo, rechazo) inducen a comportamientos negativos con pocas alternativas, mientras que las positivas (alegría, orgullo, satisfacción, bienestar) posibilitan una activación generalizada que permite la apertura y búsqueda de contacto social.
En el trabajo con niños, así como en sesiones con adultos y sesiones familiares, se trabaja en base a estas emociones, ayudándoles a poner nombre a esas sensaciones, acompañándoles, valorando y validando los sentimientos y pensamientos que puedan ir apareciendo, creando un espacio de tolerancia y permiso a las emociones, por ello es importante ofrecer una buena contención.  Aquí cabría mencionar los procesos circulares emocionales, abordados por una de las pioneras en Terapia Familiar, Virginia Satir, describiendo los cuatro estilos de comunicación básicos, y narrando nuestro teatro interno con la escenificación de todas nuestras posibles caras.
El niño, a diferencia del adulto, a medida que madura diversos aspectos influyen, moldean y determinan su existencia.  Si estas influencias exteriores son captadas como dañinas el niño puede que restrinja sus sentidos, bloquee sus emociones, se dificulten funciones de su cuerpo, e inhiba su intelecto.  Por ello debemos validar sus sentimientos, que en ocasiones son ignorados por los adultos, permitiendo la expresión de sus emociones negativas.
Por otro lado, los niños que han vivido traumas; ya sea la pérdida de un ser querido, acoso sexual, maltrato o separación de sus padres, bloquean sus emociones y no saben bien qué les ocurre ni cómo expresarse, reprimiendo cualquier tipo de emoción, llegando, en niños muy sensibles, a culpabilizarse sobre cualquier acontecimiento externo ajeno a su responsabilidad.

Mercedes Bermejo Boixareu
Psicóloga y Terapeuta Familiar
Nº Col: M-21493
Tlf. +34 669 83 48 45

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